amanecer





Amanecer o el milagro de la resurrección

De alguna manera presentía que el viaje iba a terminar,  el tiempo que en un principio era doloroso, ahora resultaba extrañamente tranquilo, la charla con aquella mujer de edad, me dio un poco de ánimos, y el emparedado reconforto mi estómago, al aceptar el pedazo de pan que compartió conmigo me dio algo en que pensar, que aún hay gente buena en el camino. Ella llego y se sentó a mi lado justo cuando estaba dormido… pero acaso no es así con mucha gente que queremos  llega cuando menos la esperamos y se sienta a nuestro lado, se instala en algún lugar de nuestro corazón, valla que sí, ojala la vuelva a ver algún día, a pesar de saber que nunca me pediría nada a cambio por su trozo de sándwich me siento un poco obligado a devolverle algo, al menos una plática, por su compasión, creo que le debo aún más,  no dudo que sea alguien sumamente amorosa, al verla por primera vez me dio la impresión de que era un hada madrina, me recordó tanto al hada de la cenicienta, al verla bien pero sin observarla analíticamente me percate de la belleza de las mujeres inglesas,  que a pesar de que ya traía varios años a cuestas poseía una calidez impresionante una sonrisa de dientes perfectos y una cara regordeta que era el perfecto marco de una maternal expresión, cuando me desperté mire hacia un lado y la vi tejiendo algo que parecía ser una bufanda, en ese momento llevaba puesto un abrigo también tejido muy grande, una blusa de florecillas pequeñas,  y una falda lisa, el pelo recogido y una mirada absorta en su labor.
Desperté con un ligero sopor, y la voltee a ver, ella sonrió y también me miro con un dulce expresión maternal.

-valla aspecto que tienes querido, debió ser una mala noche-
-hu… un poco señora-


En ese momento mi estómago rugió de hambre, la amable dama soltó una carcajada.
-¿tienes hambre verdad?-
-si un poco-
-¿quieres compartir mi almuerzo?.. Cuando lleguemos a la estación puedo comprar otra cosa-
-sonreí también, gracias, yo le puedo mentir, mi estómago no-

Volvió a soltar otra carcajada, y saco de su bolso unos sandwichs, me extendió uno que estaba envuelto en un delicada servilleta.

-cómelo, los prepare esta mañana, sabes te pareces mucho a mi hijo, de verte en su cama esta mañana, pensaría que eras el-
-gracias de nuevo, en verdad está muy bueno, ¿y dónde está su hijo?-
-se quedó en casa, el me alcanzara luego, sabe que lo quiero y pues como por el momento no puede acompañarme, lo deje al cuidado de su esposa y su hija, dime ¿tu estas casado?-
-aun no, me gustaría, pero tengo mala suerte-
-no te preocupes eres apuesto, ya llegara-
-gracias, yo también pienso eso, se debe esconder muy bien-

La mujer volvió a sonreír, mientras mordía su emparedado vi que por alguna extraña razón en vez de oscurecer el horizonte se aclaraba.
-disculpe señora, he sido muy descortés al no preguntarle su nombre, ya que usted me regalo un poco de su comida supongo que al menos deba conocer quien tan generosa aplaco un poco mi hambre-
-Cecil, cariño, ¿y tú a dónde vas?-
-pues a mi casa, pero parece que está amaneciendo, ¿Qué hora es Cecil?
-son las seis y media de la mañana… claro que esta amaneciendo-
-dios, me debí haber quedado dormido, bueno llegando  la estación tomare un autobús de regreso-
-no palla mucho para llegar cariño, llegaremos al amanecer-
-de nuevo gracias Cecil, es usted una persona muy gentil, si hijo la va a extrañar mucho-
-lo sé, pero se las arreglará bien sin mí,  ¡mira el sol en el horizonte! Apoco no es precioso-
-valla que si tengo mucho tiempo sin ver un amanecer. Y parece que el autobús está parando, llegamos-.


La parada del autobús tenía algo de peculiar, más bien parecía una estación de otra ciudad, el aire matinal, lucio limpio, fresco, la oscuridad restante de la noche le daba a todo un toque más brillante, un poco frio, pero de alguna manera nítida, Cecil guardaba sus agujas y estambre en su bolso y sonreía dulcemente para sí, las luces blancas de la estación despertaroin uno a uno a los demás pasajeros que se levantaban perezosos de sus asientos, sabía que tendría que decirle adiós a Cecil y tomar de nuevo un autobús de regreso, pensé que ya estando ahí en ese lugar nuevo para mí, quizá podría dar una visita antes de regresar a casa, tal vez preguntarle a mi acompañante donde vivía, y algún día regresar a traerle un regalo, ella se levantó me tomo del rostro y me beso en la mejilla, en un instante la imagen de mi madre cuando niño me vino a la mente, Cecil, se despidió.

-cuídate mucho hijo, el amor no tardará mucho en tropezarse contigo, ahora me esperan y debo darme prisa un placer conocerte-
-muchas gracias Cecil, usted también cuídese, un momento espere-


No me alcanzo a escuchar, corrió hacia la estación, con un aire de cierto triunfo, yo, yo me levante y revise si no dejaba nada en el autobús, al terminar de cubrir los dos asientos con la mirada me dirigí hacia la salida, baje los escalones, y me sentí triste de que mi nueva amiga hubiese escapado tan intempestivamente, cerré los ojos ahí frente a la puerta del autobús, sosteniendo mi maletín, dudando que hacer y pensando en lo desgarbado de mi estado al haber dormido en el autobús, al abrir los ojos, en un instante mi vida cambio, mas allá de encontrarme lejos de casa, con un futuro por demás incierto me sentí morir.

Sin darme tiempo de escapar, una joven se acercó a mi decidida e irreal me abrazo, toco mi pecho con su oído, y yo morí.

Mi maletín cayo, mis dedos perdieron toda su fuerza, soltándolo, y me empecé a desmoronar, mi espíritu abandono mi cuerpo, y perdí el color, la sangre lentamente abandono cada uno de mis miembros, la vida escapaba por mis poros congelando mi piel, apenas podía estar de pie, apenas sostenido por su abrazo, mi mundo se oscurecía, era el final, la muerte me golpeo como un rayo, creo que mi corazón no resistió, y ahora como los arboles muerto de pie, esperaba que ante mí el cielo o el infierno se abrieran para darme lugar.

Pero no, alzo su rostro cerro los ojos y me beso.

De todo el mundo regreso cada partícula de vida a mi ser, fue una explosión, fue un oleaje de calor, la muerte era desterrada en cada rincón por su ser, sus labios exorcizaron de mí el frio silencio de la muerte, ante mí se abrieron todos los caminos y el sol me quemo con sus incipientes rayos, la sangre volvía a fluir por mis venas hirviendo, rompiendo cada arteria, estallando mi cerebro, amarrando el alma a mi carne, la sujete suavemente de los brazos y la continúe besando, cual moderno Lázaro, salí de mi tumba, fui rescatado por el poder más fuerte del universo, esta vez la vida me dio un golpe del cual no regresaría a ser el mismo.







Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Muy buena la historia. Con algunas faltas de ortografía;pero me gustó. Había partes en las que perdía el interés por seguir leyendo, pero el cambio repentino de trama me gustó. Buen trabajo :)

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