Nuevos cuentos de amor para suicidas frustrados
Nuevos cuentos
de amor para suicidas frustrados
El tiempo había
pasado volando la fiesta fue mas de lo que cualquiera hubiera esperado, esta
vez la música no dejo de sonar toda la noche, todos los habitantes del reino
estaban ahí, pero la gran magia del hechizo del hada no se encontraba presente,
dieron las doce y como si nada, el paso del tiempo correteo una hora tras otra,
y todos seguían perdidos en una danza de cuerpos, luz azul iluminaba el lugar y
un terremoto de sensaciones inundo el lugar, aunque el castillo no estaba en
sus mejores condiciones hubo lugar suficiente para que una multitud de pies se
alzaran en una ola de ritmos, ahí estaba la madrastra malvada, que ya no era
tan malvada, ahora se dedicaba a cantar y hacer reír a la gente, mas que
esforzarse en ser malvada anhelaba ser una comediante profesional, y bailaba
alegremente dando sonoras carcajadas, el príncipe azul cumplía años ese día,
pero a la fiesta no llegaron tantas doncellas como deberían y no había forma de
hacer entrar en razón al príncipe, que acabo dándole el beso de medianoche al
mas inesperado personaje del lugar, la noche avanzaba y muchos se resistían a
ceder al sueño, bailaban para exorcizar sus dolores, una de las hermanastras bebió
demasiada ambrosia y se olvido de si misma su cuerpo cedió a la breve locura
del movimiento, se deslizaba entre algunos príncipes asistentes, como
desesperada por vivir sus movimientos impresionaron al publico, pero su corazón
ahora estaba lleno de dolor, la otra hermanastra se dedico a seducir a un
caballero, intento besarlo, intento ser mas para el, pero se resistió, el plan
no funcionaba y cualquier intento de acercamiento era bastante precipitado. Al final
el se fue sin dejar un zapato tras de el.
La fiesta se fue
apagando en la madrugada, los invitados eran vencidos por el sueño y se guarecían
en sus respectivas habitaciones, la mañana estaba próxima, y la aurora no debía
descubrirlos después de todo lo que paso en esa noche. aun los músico tocaban a
sabiendas de que si paraban quizás ni verían el nuevo día, pero ya solo un par
de personas se mantenían despiertas, todos habían disfrutado de muchos placeres
que en cualquier otro lugar estarían vedados, bueno todos menos alguien que
espiaba desde su madriguera uno de los ratoncitos del castillo salió a
deambular para ver si podía comer algún resto suculento de le fiesta, estaba
triste porque estaba muy solo vio desde una grieta del techo como todos se divertían,
y el intentaba también hacerlo moviendo sus patitas y su cola al compas de la música
pero no tenia caso, así que dejo de hacerlo, en su búsqueda entro a una de las
habitaciones o mas bien entraron a donde el estaba era el príncipe besándose con
otro hombre, el ratoncito por temor a ser descubierto y exterminado por ser
testigo de ello aguanto la respiración y no movió ni un solo bigote, pero sus
orejitas escudaban uno tras otro grandes besos apasionados, en medio de la
oscuridad alcanzo a ver un movimiento, corrió velozmente a meterse bajo la
alfombra permaneció de nuevo inmóvil, mientras escuchaba algunas palabras y el
roce de cuerpos saco la nariz para ver algo pero por temor a ser atrapado o
visto siquiera solo alcanzo a ver un par de zapatos blancos, que decididamente
no eran del príncipe, el encuentro pasional se traslado a otro lado y el ratón salió
de su escondite, definitivamente cenicienta no tendría un final feliz en esta ocasión,
y el triunfo del amor se vio opacado por el triunfo del placer al final el ratón,
murió esa mañana atrapado entre las garras del nuevo gato del palacio y el único
testigo de algún corazón roto yacía en la barriga del gato.

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